domingo, octubre 23, 2005

Citas con las muertes

Leo 'Hombres de lluvia' de Maruja Torres; "el Michel a quien yo amé hubiera preferido reconocer a su propia muerte".

Días antes Luis me habló de nuevo de su amigo, de la muerte. Me contó una reunión un tanto extraña.

Varios amigos suyos se habían dado cita con otros tantos amigos y amigas de su taciturno amigo, la muerte. El encuentro iba a emparejar a todos ellos.Ginés ya sabía que su salud se le iba por su adicción y reconoció enseguida a su muerte. Hablaron un rato y fueron los primeros en dejar el bar. Luisa seguía sola pasados los primeros diez minutos, cuando todos los demás ya hablaban con sus parejas. Por lo tanto, no tenía más elección que ir al encuentro , ya que el otro no lo hacía, del único inevitable personaje que andaba solo.

¿No me reconocías? En absoluto. No tengo ni idea, no sé muy bien qué muerte eres. Me encuentro bien, soy joven, vivo con mis recuerdos, no olvido a quienes he querido ni a quienes lo han hecho conmigo, no tengo ni profesión ni afición de riesgo como Emilio, y no parece que tenga mucho en común con los demás.

¿No se te olvida algo importante? A qué te refieres.Ha pasado varios años y veo que no te acuerdas. El último año que viviste en París, habías mantenido una relación, ya sabes por supuesto con quien, y no una sino dos o tres veces llegaste a expresar que serías capaz de dar la vida por él. ¿Recuerdas?No os veis desde hace tiempo, pero hará dos meses me puse en contacto con Mario, le reclamaba, y le pregunté si podía tener a alguien 'que diera su vida por él'.

Al principio no recordó, pero al cabo de un rato me contó lo vuestro y cómo habías expresado que serías capaz, bueno ya sabes.Por supuesto no le dije que te buscaría. Por lo tanto desconoce con qué intención le pregunté. Ahora, estoy aquí para saber hasta qué punto mantienes tu ofrecimiento.Luisa no se lo podía creer. No sabía si tenía opción, o el hecho de haberse producido la cita, el encuentro, era suficiente. Estuvo a punto de preguntarle algunas cosas a su muerte, pero vio que era obvio y no se trataba de seguir allí.

Un pensamiento surgió con fuerza; se trataba de llegar sin más demora a su casa y buscar unas fotos, unas postales, unas cartas. Allí estaba lo que había vivido tiempo atrás.Se despidió de los que quedaban y se dirigió hacia su casa unas calles más allá.

La decisión estaba tomada y en la calle, la lluvia ocultó un rostro, un gesto, una sonrisa, una tristeza, un sentimiento.

Cita con la muerte

Esta tarde me han presentado a la muerte. No he sido capaz de poner su nombre con mayúscula porque no quisiera dramatizar con algo tan serio.Sé que te sorprenderá mucho este comienzo y es necesaria una explicación.

Hace un par de semanas me llamó Luis Vidal, un amigo desaparecido en el combate del ajetreo, del paso del tiempo y me comentó que había conocido a una persona que impresionaba al oírla. Es la muerte.Me explicó que a través de internet, en foros, en chats, había coincidido en varias ocasiones con una persona que respondía al alias de Metuer, en francés matarme y combinando letras muerte.

Las cosas que decía siempre respondían a sentimientos de pérdida, de vacío, de abandono. Con el paso del tiempo Luis iba profundizando la relación con esa persona hasta que se conocieron personalmente y hace un par de días me invitó a conocerla. Como te digo, esta tarde la acabo de conocer, he llegado a casa y te escribo.

Desconozco su verdadero nombre, su edad es difícil de aventurar y hemos hablado de muchas cosas y poco a poco he ido comprendiendo por qué es la muerte. Apenas recuerda nada de sus años de infancia, apenas recuerda las primeras caricias, las segundas carantoñas, los terceros afectos en su casa. Apenas vive momentos gratos o difíciles de la época en que sus padres cambiaron de ciudad, cambiaron el ánimo y tuvieron que empezar casi de cero. Después en la época del instituto, tuvo un par de amigos que han quedado sin rostro, sin historias y de esos años no surgen vivencias de trastadas, de primeros amores, de proyectos imposibles.Lo mismo le ocurre con los años de estudio fuera de casa. De la universidad apenas un par de momentos y muy borroso cómo conoció a su futura compañera.Así avanza el tiempo y su familia, su mujer, sus hijos, son tan sólo sombras de imágenes, sonidos, emociones entrecortadas, sentimientos contradictorios y la amistad, el amor, el desencuentro, el cariño, la ilusión, aparecen y desaparecen en el tiempo.Ha luchado durante mucho tiempo para tratar de recuperar todo lo que ha podido vivir en sus casi cuarenta años de vida.. Eso le resulta del todo imposible y sus recuerdos no van más allá de identificar unos cuantos amigos, nuevas amistades que pronto se extrañan de sus textos, de su tono de voz, de su mirada.

No podía vivir en el recuerdo y estaba abocada a vivir en el olvido. Realmente he conocido a la muerte.

jueves, octubre 13, 2005

La sombra

Es una soleada mañana de octubre y recorro la playa a buen paso. Mientras camino voy pensando en esto y en lo otro.

Hago el primer trayecto en dirección a las dunas y mi sombra me acompaña a mi derecha, surge de mí, no se despega, oscura, negra y burlona. Llego a las dunas tras media hora de marcha y voy media vuelta, Mi sombra pasa a mi izquierda y me dispongo a desandar el camino.

Pasados unos minutos observo que la sombra empequeñece, mengua, se abate y me quedo extrañado, aminoro el paso y la sombra recobra su aspecto normal. Prosigo el camino y sin proponérmelo van surgiendo nuevos temas en la mollera, que si esto, que si lo otro, etc.

Pasan otros diez minutos y la sombra está alborotada, culebrea, se mueve, baila. Empiezo a estar un poco mosca, y algo confundido. Casi me detengo y mi sombra dejar de contorsionarse.Ahora que estoy en casa, sé lo que pensaba cuando me paré por primera vez. También sé lo que pensaba, en quien pensaba, cuando mi sombra saltaba, botaba, se contorsionaba.

El semáforo

En Barcelona existe un semáforo que tienen una duración excepcional,tarda muchísimo en cambiar de color. Sin embargo mi vivencia respecto de él es otra.

Además de que dura mucho rato, he vivido en varias ocasiones que en el tiempo que estás parado, siempre hay alguien que está contando una historia, que la oyes ya empezada, que llegas a enterte de lo que se cuenta y que también conoces el final antes de que la gente cruce la calzada.

Se produce un hecho curioso porque las personas que van llegando, al cabo de un momento prestan atención a quien está contando algo, escuchan, se interesan y siguen su marcha con una expresión en el rostro; una sonrisa, un gesto de contrariedad, o unos ojos brillantes.

Hoy he soñado con ese semáforo.

miércoles, octubre 12, 2005

Increíble

Me resulta increíble que desde hace unos días parece ignorarme.Pasa a mi lado y como si no estuviera.

Qué distinto a todo ese tiempo atrás cuando los detalles, los comentarios, las atenciones, todo en general era bien recibido. Recuerdo un día que llevaba vestido rojo, zapato plano y algo le ocurrió en el calzado que se apoyó en mí y la ayudé a solucionar su problema. Recobró la verticalidad y reanudó la marcha; creo que me dedicó un guiño especial.

Otro día llovía con fuerza y basta decir que su cuerpo se pegó a mí, buscando refugio, para mostrar la intensidad de la relación.Por todo ello lo de ahora no lo comprendo.

No debiera ser tan sensible, no debiera dolerme su indiferencia.... Al fin y al cabo, tan sólo soy una columna de granito, bajo un porche, en un edificio de Correos de una ciudad de provincias.

Fernando Pessoa

Hoy como si me oprimiera aquella antigua angustia que a veces nos desborda, no comí bien, ni bebí lo habitual, en el restaurante o casa de comida en cuyo entresuelo asiento la continuación de mi existencia. Y como, al salir, el camarero se diera cuenta de que la botella de vino había quedado a medias, se giró hacia mi y dijo: "Hasta luego, Sr. Soares, y que se mejore".


(versión libre de un fragmento del Libro del desasosiego de Fernando Pessoa)

El no fumador

Estaban los dos en la misma sala, solos, charlando, leyendo. Ella fuma y deja un cigarrillo recién empezado en el cenicero. Se levanta y se dirige al aseo. Tiene intención de volver pronto y no lo apaga. Ha quedado un poco de rojo en el filtro. El humo lento y caprichoso se eleva hacia el techo. Mario se queda solo.Mira fijamente el pitillo, se levanta, lo coge, aspira y tose un poco; siente algo raro y de nuevo da otra calada. No se traga el humo y ya son varias las veces que el cigarrillo ha enrojecido, ha menguado.Realiza el gesto de dejar la ceniza en el cenicero, ríe y se sorprende de lo que está haciendo. Piensa que si le sorprenden se va a armar porque no es fumador y además es el profesor en prácticas de educación física; actúa rápido porque quiere volver al sillón que ocupaba hace uno o dos minutos.Vuelve a dejar el cigarrillo en su sitio, ve que es evidente la merma que se ha producido y que lo normal es que ella se dé cuenta. Nota que se sonroja pensando que puede ser interpelado y nosabe que dirá.Se abre la puerta de la estancia y un sabor a beso robado recorre la sonrisa y los labios del no fumador.

Cuentos prestados

Estos pequeños cuentos estaban en otra página, http://jorgedelalamo.blogspot.com/ y tiene más sentido verlos aquí. Se dice que son prestados porque surgen la mayoría de una situación real o cercana a la realidad. En el blog mencionado sigue habiendo pequeños textos. Saludos